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EVOLUCIONES Y RECOVECOS muestra los rincones escondidos, reales o soñados, que Adolfo Manzano dispone dando forma al óleo y la madera en el espacio de arte Guillermina Caicoya, en Oviedo, hasta el 28 de julio, una inauguración programada para la primavera que llega con tres meses de retraso.

Ochenta y ocho  pequeños lienzos pintados al óleo y una instalación con madera de castaño maridan en las dos salas del espacio de Caicoya en la vetusta ciudad. Representa los paisajes que su ojo vio tras la ventana y los paisajes del sueño, los que traen a la memoria colores y aromas de días pasados y aquellos por los que nunca ha pasado.  El tiempo transcurre, un hilo conecta estas obras de Manzano con un momento pasado, se mira en los artistas que le gustan, reconocemos visos de Cezanne, Rothko, Gauguin, Van Gogh…, reconocemos al propio autor en la diversidad de verdes y azules de su tierra.

Mas él admira los paisajes de Joachim Patinir.  Mira hacia el pintor flamenco y rinde un pequeño homenaje a este seguidor de la escuela renacentista de Amberes. Admira la composisición organizada en planos, de horizontes amplios, donde confluye lo real y lo simbólico, con nulo protagonismo a la figura humana.  Manzano prescinde de representar personas, otorgándoles el papel de sujetos observadores situadas fuera del cuadro que, gracias a su mirada, conforman el simple terreno en sublime paisaje.

En la sala contigua, construye lugares inspirados por lo salvaje y lo agradable, para ser habitados, sin más accidentes que los límites que desea ver el autor. Es inevitable recordar aquella lejana instalación Ocupación en La Sala hace treinta años.  Se asemejan y a la vez, como él mismo asegura, evoluciona y denota el paso del tiempo, si aquélla ocupaba todo el espacio en majestad como lo haría una escultura, ahora el espacio es arquitectónico, capaz de abarcar a los espectadores, a quienes invita a transitar por su interior y perderse entre la geometría de las líneas de castaño que delimitan el cuerpo trapezoidal.

Cada jueves, el autor ofrece visitas guiadas, en las que relata el proceso de trabajo durante aquellos largos días de hibernación primaveral, que le perimitieron ampliar el gran mosaico de paisajes, y en los que dice reconocer el estado de ánimo que los produjo.  Quizá sea el paisaje con la silueta del pájaro de perfil el que otorga la firma a la obra  de Adolfo Manzano, cuya silueta es conocida de obras anteriores.

 

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