William Kentridge

Hace unos días se fallaba en el Principado de Asturias el premio de las Artes 2017 a favor del sudafricano, William Kentridge, un artista nacido en Johannesburgo en 1955, hombre polifacético que dibuja, pinta, graba, esculpe, fotografía y hace video creación e instalaciones, galardonado por ser uno de los creadores «más completos e innovadores y estar comprometido con la realidad», en palabras del jurado.

Ha visto de cerca la sociedad sudafricana del apartheid y le ha sensibilizado el dolor ajeno, que apropia como material crudo para su trabajo y rescata para su actividad creativa. Sus dibujos son una metáfora del sufrimiento de los semejantes, de su realidad de blancos y negros, de hombres y mujeres, de su autorretrato. En ellos recurre a un trazo tan expresionista y cercano a las pinturas negras que le ha valido el sobrenombre de el goya sudafricano.

Sus películas de animación pueden combinar actores reales con dibujos a carboncillo e imágenes de cartón, «una película transforma los dibujos en imágenes en movimiento», diría Kentridge,  son composiciones teatrales aprendidas durante los años de juventud.  En La increíble premonición de los refugiados, proyecta unas figuras que marchan a lo largo de ocho pantallas que abarcan 45 metros.  Se adelanta con estas imágenes a lo que supondría la tragedia de los refugiados por Europa, ya que fue rodada unos meses antes de que las imágenes asaltaran los medios en 2015, rememorando otros éxodos de la Historia, que siempre son lo mismo: figuras huyendo hacia un futuro incierto, como él ha nombrado «la danza de la muerte».

Sus padres fueron dos abogados sudafricanos que lucharon defendiendo los derechos durante el apartheid, le influyeron en la manera de ver el mundo y en la proyección para vislumbrar la injusticia inhumana, no sólo en Sudáfrica sino en otras partes del planeta, donde tienen distinta forma pero siempre el mismo fondo. En la videoinstalacion Notes toward a model opera, para una exposición en Pekin, se inspira en las óperas de propaganda comunista de Mao y aprovecha para cuestionar ciertos modelos de gobierno, siempre haciendo guiños a su país (coloca la figura del bailarin Dada Mansilio). En las bandas sonoras se escuchan músicas africanas junto con clásica y se sirve de recursos sonoros de todo tipo, desde golpes a pitidos cardíacos, timbres, etc.

El honor del premio que se otorga desde la Fundación asturiana es un reconocimiento a la labor del artista y del hombre que denuncia una sociedad colonial, global, antihumanista y sobre todo cruel.

 

 

 

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